9 de enero de 2011

Credo del revolucionario desubicao




Queremos ser revolucionarios pero no nos imaginamos a una sociedad sin policía, hospitales, fábricas, iglesias ni escuelas: el capitalismo es de pinga, lo que está es mal administrado. Y yo, como soy revolucionario, sí lo voy a administrar bien.


Queremos hacer una revolución pero creemos que eso es posible industrializando más al país.


Queremos acabar con la opresión pero creemos que lo mejor es crear sindicatos que organicen y le pongan orden a la explotación: los trabajadores en el capitalismo somos esclavos, pero si nos suben el sueldo y nos dan cestatiquets entonces trabajaremos más felices, seremos explotados con más justicia, y ya casi somos socialistas.


Queremos acabar con la violencia c r i m i n a l pero no con la sociedad que enriquece a unos y empobrece a otros.


Queremos (y decimos) ser revolucionarios pero creemos que la otra sociedad consiste en que todo el mundo tenga carro, apartamento y billete para viajar por el mundo.


Queremos construir una sociedad de iguales pero seguimos creando universidades y fomentando “el derecho al estudio”, con lo cual prolongamos la idea burguesa y fascista según la cual hay que estudiar “para ser alguien en la vida”. La universidad es una creación medieval pero creemos poder ponerla al servicio de la revolución cambiándole el nombre: ahora hay universidades socialistas, indígenas y bolivarianas y sus profesores y estudiantes siguen creyendo que estudiar mientras otros producen alimentos, limpian las calles y construyen las casas, es un modelo viable de construcción de la otra sociedad.


Queremos ser revolucionarios pero no nos atrevemos a decirle a Chávez que está pelando bolas cuando éste anuncia que va a crear un “banco revolucionario”, porque corregir al Comandantísimo es ser escuálido, y la pinga, es mejor aplaudirle y celebrarle todo al jefe, no vaya a ser que me boten del partido o del ministerio donde pergeño los churupos.


Queremos acabar con el machismo pero no con los modelos publicitarios y televisivos que te “enseñan” lo esencial de la “hombría”: tener al lado a una jeva dócil, un culo formidable con tetas de plástico, y en la casa a una negra que te lave los platos y te limpie la casa y te cuide a los muchachos mientras tú y tu jeva (una revolucionaria feminista y experta en cuestiones de género) salen a hacer la revolución.


Queremos acabar con la proliferación de armas de fuego pero ni de vaina nos planteamos la posibilidad de proscribir la fabricación de armamentos y encarcelar a quienes se hicieron millonarios con ese negocio No: mejor inventarse medidas como el cambio de bichas por juguetes o libros o cestas de comida.


Queremos acabar con la pobreza pero no queremos acabar con la sociedad que produce pobres para mantenerse. El capitalismo necesita obreros y éstos tienen que ser seres humanos desesperados, capaces de hacer lo que sea (incluso ser triturados en una fábrica) por un piche salario.


Queremos ser revolucionarios pero aplaudimos y se nos salen las lágrimas de la emoción cada vez que escuchamos sobre los triunfos de las orquestas del “maestro” Abreu repitiendo la música muerta de una sociedad muerta.


Queremos difundir el ejemplo del Che Guevara y para ello nos trasladamos en una camioneta blindada, vestidos con ropa de marca, hasta donde viven nuestros camaradas pobres: ellos que se porten como el Che mientras yo me porto como Rockefeller.


Queremos hacer una revolución pero seguimos repitiendo y galvanizando el discurso que glorifica a héroes constructores de la patria burguesa que tenemos: Bolívar, Miranda, Zamora, Gallegos.


Queremos ser revolucionarios pero no corregimos a Chávez cuando éste alaba a Úslar Pietri por su presunto carácter de “burgués nacionalista”, como si amar a la patria burguesa que los enriqueció y convirtió en vacas sagradas fuera para los burgueses un valor esencial para ganarse nuestro respeto.


Queremos ser revolucionarios pero ni siquiera cuestionamos la denominación “socialismo” para lo que queremos construir, siendo que el socialismo es una creación de europeos burgueses en los albores de la sociedad industrial.


Queremos ser revolucionarios pero nos dejamos seducir por el discurso que hermana al cristianismo con las ansias libertarias de los pobres, como si postrarse ante Dios no fuera la forma más difundida de sumisión ante las variantes del colonialismo y la opresión: un ser humano que es capaz de hincarse de rodillas y bajar la frente ante una entidad que no existe, ante la mentira más gigantesca y estúpida de la historia de la humanidad (un ser todopoderoso, misericordioso y terrible) es capaz de bajar la frente e hincarse ante un rico, un cura, un poderoso, un jefe, un uniformado, un producto comercial, una música impuesta, unos efectos especiales, un carro último modelo, una paca de billetes, una familia perfecta (padre, madre, hijos, trabajo estable, carros, propiedades y esclavos) una mujer hermosa pero de cuerpo artificial, un discurso hermoso pero artificial, una idea de socialismo hermosa pero artificial: si usted no es capaz de rebelarse contra la idea opresiva de Dios usted no es capaz de rebelarse ante nada, por mucho que diga que es o quiere ser revolucionario, por los credos de los credos, amén.


José Roberto Duque

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